Pesimismo

No hay manera. Encender la tele y escuchar los noticiarios incita directamente al suicidio. Las noticias económicas acaparan las tertulias radiofónicas y el ataque de los puñeteros mercados es un tema recurrente. La verdad es que no es para menos, estamos pasando un tremendo bache con unas cifras del paro que empiezan situarse en el orden de lo astronómico.

A pesar de todo, y sin quitarle la importancia que sin lugar a dudas tiene esta situación en la que nos han metido estos nuevos cuatreros del siglo XXI, cuanto más escucho  estas noticias más me acuerdo de una anécdota que contaba Don Gabriel en aquellos tiempos en los que era párroco de mi barrio y yo asistía, en pantalones cortos, a la misa del catecismo.

Decía Gabriel que en una ocasión acudió a casa de un vecino del barrio que se encontraba moribundo, con la idea de darle la extremaunción. Al llegar al lugar, la familia rodeaba al enfermo llorando como plañideras y gritando a los cuatro vientos la terrible desgracia que estaba a punto de acontecer. El enfermo, como no podía ser de otra forma, gemía de dolor soltando los últimos estertores que lo llevarían, irremediablemente, a la compañía de nuestro Señor.

Al ver semejante escena, nuestro párroco, poco dado a la tristeza y dotado con una psicología natural que solo los santos como él tienen el privilegio de poseer, desenfundó su mejor sonrisa y empezó a hablar con el enfermo como si tal cosa, compensando tanto “malaje” con toneladas de buen humor sabiamente dosificado. Al cabo de cinco minutos el enfermo no se acordaba de sus dolores ni veía luz alguna al final del tunel, levantándose al poco rato para despedir a Don Gabriel, dejando en el aire una invitación a un café para la próxima ocasión en que se encontrasen.

No hace falta hacer demasiado esfuerzo para encontrar una similitud entre esta historia que os he contado con el momento que estamos viviendo, y es que aunque es más que obvio que las cosas no están nada bien, también es cierto que solo con pesimismo y malas noticias no hacemos más que dar fuerzas a todos aquellos que se alimentan del miedo -los especuladores y los explotadores son el mejor ejemplo- a la par que estamos congelando el ánimo de todos aquellos que estarían dispuestos a  arriesgar para que las cosas mejorasen pero que, como al enfermo de la historia, solo les dejan ver oscuridad en el interior de un tunel negro como el carbón más negro.

Son tiempos difíciles, pero debemos apostar por el optimismo, recordando esa sonrisa de Gabriel o la de tantos niños que, en su miseria, son capaces de sonreir abiertamente mientras devoran el único cuenco de arroz que tendrán a lo largo del día o de la semana.

Tenemos muchos más resortes para salir de la crisis que para hundirnos en un pozo sin fondo. Hay que relativizar un poco la situación con una visión de conjunto para no perder el norte, pues como siempre dice alguien a quien quiero mucho “espero que no nos cojan las soberbias”.

Y que razón tiene!.

G. Leira

DIA 23 DE SETIEMBRE. INOLVIDABLE

Ayer 23 de Setiembre, en Mondoñedo, en el seminario Sta Catalina, Guillermo Leira de nuestro grupo HOAC- FERROL ( y quien en el mismo ostenta el papel de coordinador nuestro) presentó, junto al presbítero Carlos Miranda Trevín, delegado diocesano para estas cosas, lo que pretende ser el Congreso de Laicos para la Diócesis de Ferrol-Mondoñedo. Delante de nuestro obispo D. Manuel y aunque un tanto nervioso y con una megafonía del siglo lV, trató de explicarnos a los presbíteros que allí nos dimos cita (casi la centena) lo que pretende ser este Congreso para nuestra Diócesis.
El que lo haya hecho Guillermo cobra para nosotros un sentido que no quiero dejar pasar. No es que Guillermo sea mejor o peor que tantos laicos que hay por el mundo reclamando una identidad cristiana para ellos y buscando un sitio en esta Iglesia que pareciera que no es fácil de conseguir. Lo que Guillermo representaba ayer, o por lo menos así lo quise ver yo mientras él hablaba, es la necesidad de acercarnos más unos a otros ya. De hacerlo ya. Si no fuera una comparación atrevida diría que Guillermo ayer era el hombre blanco, valiente, que se acerca, desarmado, a territorio comanche. Había en la sala los mejores teólogos de la Diócesis, personas de altísimo renombre que en campos, por ejemplo como la catequesis, son reconocidos en toda España y me temo que en países de habla hispana. Gente de una sencillez y humildad admirable, pero también gente sabia, gente docta, sacerdotes que están dejando el “pellejo” en trabajos que están socialmente poco o nada reconocidos. Gente quemada, pero ojo, no quemada en su fe o en su ardor, sino en su piel, pero que tienen más frescura en el alma que cuando comenzaron su andadura sacerdotal. Gente, en todo caso, de una valía extraordinaria.
Y allí se presenta Guillermo. Guillermo reclamaba, en campo ajeno, una ayuda, una oportunidad. Una más de las que estos hombres, aludidos, saben y conocen. Guillermo gritaba que es aun tiempo de salvación, que hay un hueco para colarnos todos y volver a empezar, que es posible que laicos y presbíteros nos demos la mano, que es posible que los “alonxados” puedan sentirnos como alguien que no les olvida, que quiere con ellos entablar la vieja y aparcada conversa.
El Congreso de laicos en la Diócesis será lo que queramos poner. Creo que la palabra oportuna la dijo D. Manuel nuestro obispo ( aunque tocando otro tema como era el de la vocación del presbítero y el consagrado). Decía D. Manuel “entusiasmo”. Entusiasmo es una palabra que todos entendemos y que en castellano no precisa traducción; sin embargo, no sé donde leí una vez que entusiasmo viene de “En-Deus..” “En Dios”. Hacer las cosas en Dios. Si es cierta esta traducción (y a mí me parece cierta) esto quiere decir que lo hecho en Dios lleva el sello entusiasta. En mi Congregación de Misioneros claretianos es una palabra que usamos a menudo y la hallamos en los escritos, patrimonio espiritual nuestro, como una constante. Por otro lado, la vivencia que conozco de cientos de misioneros es esta misma: entusiasmo en la acción, en cualquier acción. Si el señor Obispo se refería a esto quizás debamos iniciar esta invitación de Guillermo a los presbíteros de la Diócesis “en Dios”, es decir, entusiasmadísimamente, embebidos en este primer acercamiento a un territorio comanche que nos exige a nosotros acceder, ahora, desarmados, a las tierras del hombre blanco para seguir entablando conversación.

Juan Cabo Meana.